Allí, en medio de la sala, el tío estaba
mama-que-mama. Mi polla había pasado de no existir y estar oculta en mis
entrañas a expandirse con formidable esplendor alcanzando un tamaño
grande-gigante. Mi polla, a mi juicio, es una polla normal, pero desde que
comencé mi rutina de adelgazamiento, al bajar el volumen de mi barriga, mi
polla se crecía a nivel visual. También, cuando estoy muy excitado y con días sin
haberme corrido, siento que mi polla alcanza unos estándares de tamaño que
puede dar la batalla por posicionarse de los 18 centímetros. Claro, una cosa es
sentirlo y otra que los demás la sientan.
XX
Lo cierto es que le
dije al tío que continuara en la cama. Me preguntó si me faltaba mucho por
correrme, la verdad, estoy por correrme muy pronto, le dije. Decidí entonces sentarme casi acostado en el sofá. El tío
siguió de rodillas comiéndome el capullo, pasaba la lengua con un talento muy
inusual en estos casos. ¡Este tío ha debido tener horas y miles de pollas de
entrenamiento! ¡Lo hacía muy bien! Nunca le sentí los dientes y en varias
ocasiones pensé que llegó a meterse mi polla más allá de su garganta, llegando
incluso a la boca del estómago. Éste tío se haría un nombre propio en las saunas
de Madrid y Barcelona.
XX
Fue una mamada de casi veinte minutos. Delicada,
minuciosa, sensible. Cuando le dije que estaba por correrme, el tío de pronto
dejó de mamar y se quedo viendo mi polla, esperando no sé qué. Como me di
cuenta que el tío no iba a ser más nada, comencé a masturbarme y en menos de
diez segundos salió de mi uretra un largo chorro de lefa caliente y espesa. El
primer chorro me llenó todo el pecho. El segundo me llegó a la barriga y el
tercero y último chorro cayó casi sobre mi vientre.
XX
Apenas había echado la última gota de leche, y
estaba exprimiendo la base de mi polla cuando el tío se levantó, se dirigió
directo a la puerta y dijo un leve adiós sin mirar atrás. Yo, con mis cogones vacios le extendí un castizo “¡Hasta luego!”,
mientras me limpiaba con el albornoz.
XX
Me levanté en pelotas. Me duché. Me sequé el cuerpo
y permanecí desnudo. Me serví una cerveza. Hubiese querido mamarle la polla al
tío o por lo menos dejar que me follara. Soy de los que después de una buena
mamada siente la necesidad de devolver el favor. Pero el tío lo había dejado
claro: solo mamaba.
XX
En los siguientes meses que permanecí en Barcelona y
cuando me conectaba al Grindr en el piso, veía al tío conectado. Pero ni una
palabra. En los pasillos me llegué a tropezar con quien creo eran su mujer y su
hijo, pero del tío nada.
XX
Cosas del destino, pensé yo.
(Fin de esta crónica)