jueves, 3 de agosto de 2017

Tarde de Sauna (5 de 5)




Nos metimos en una cabina con colchoneta y comenzamos con el magreo directo en nuestras pollas. Inmediatamente nos quitamos las toallas y comenzamos una intensa pero lenta paja mutua. El tío me preguntó si quería que cerraramos la puerta, le dije que si a él no le importaba la dejáramos abierta para ver qué tal y de pronto se nos unía alguien.
XX
En cuanto mi polla se puso tiesa el tío se arrodilló dándome una buena mamada. Tenía talento el tío este. Sabe como lamer y como acariciar las bolas. Sentí que me iba a correr pronto, así que levanté al tío y le dije que se tumbara en la colchoneta para que hiciéramos un 69. Tenía ganas de mamar y de ser mamado. Nos tumbamos y comenzamos un 69 lento y hasta si se quiere decir, un 69 cariñoso: lento y meticuloso. El tío me metió un dedo en el culo, el cual entró con facilidad. Cuando estoy en un buen 69 y me meten un dedo en el culo me suelen ocurrir dos cosas: o se contrae mi erección un poco, brindando más tiempo y prolongando el tiempo antes del orgasmo de mi pene; o por el contrario, se ensancha mi pene de sangre y la leche acumulada se prepara para salir. Era esta segunda situación lo que me estaba sucediendo.
XX
¡Tío, me corro! Le dije. ¡Córrete sobre mí! Me respondió el tío. De pronto se me ocurrió levantarme y ya de pie comencé con una buena paja saliendo de mis entrañas un chorro de cálida y blanca leche. Toda mi lefa cayó sobre el sudamericano llenándolo desde la barbilla hasta el pecho y el vientre. ¿Te quieres correr sobre mí? Le pregunté. Me dijo que sí. Me arrodillé y el tío echó sobre mí tres gotitas de leche. ¿Qué pasó tío? Le increpé. ¿Ya te habías corrido? Sí, macho. Me respondió. En el “sex room” hubo una orgia y acabé como cuatro veces. ¡Exagerado! Pensé yo. Pero ya comprendía porque la tarde había estado poco movida en mi caso.
XX
Nos levantamos, fuimos a la ducha y entre conversa y conversa el tío me preguntó si me quedaba un rato más. La verdad no, gracias. El tío fue de regreso al jacuzzi. Yo decidí salir y cenar en un restaurant caro de Barcelona. Después de una tarde así, necesitaba alimentar el cuerpo y el alma dignamente por igual.
XX
Fue una tarde de pocas pajas y pocas leches.

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(Fin de esta crónica)