lunes, 9 de octubre de 2017

Madeleine (6 de 6)




Después de unas largas y prolongadas mamadas, coloqué a Madeleine con las patitas al aire y continué haciéndole sexo oral. Gemía, se agarraba los pezones. Yo me entretenía comiendo su coño. Ya le había logrado meter dos dedos y efectivamente su vagina lucía algo pequeña y estrecha. Dijo un Fuck me! A media voz. Cogí un condón de mi mesa de noche, me unté lubricante y le coloqué algo de lubricante en la vagina. Comencé a penetrarla suavemente mientras nos mirábamos a los ojos. Una vez que mi pene estaba adentro, comencé con el arte del saca-mete. Lento pero con ritmo constante comencé a bombear con más intensidad. Sentí en mis adentros que estaba por correrme. Le dijé a Madeleine que me faltaba poco para correrme y si quería que yo le echara mi lefa en su pecho. Pero la mujer era muy conservadora y me dijo que no. Que teniendo el condón puesto me corriera dentro de ella.
SS
Así que decidí correrme. Le avisé. Ella acercó sus brazos y empujó mi cintura hacia ella y ¡que sorpresa tíos! ¡Madeleine me había metido dos de sus dedos en mi culo! ¡Así! ¡Sin avisar y sin lubricar mi honesto ojete! Por un momento pensé en aguantar más. Pero el resultado era inevitable. Mi sexo estaba preparado para el orgasmo y me encontraba en el punto-de-no-retorno. Aceleré. Entre más rápido me movía más hundía Madeleine sus dedos en mi culo. Hasta que me corrí.
XX
No recuerdo cuantos espasmos tuve. Al sacar el condón estaba lleno de mi leche caliente. Me lo saqué orgulloso de la cantidad de leche y pensé en mi viejillos del Cine Duque de  Alba que nunca me dejaban derramar mi semen al piso. Como buenos herederos de Onán se tragaban la leche sin desperdiciar una gotita.
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Nos tumbamos y nos venció el sueño.
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La mañana siguiente era sábado y Madeleine se levantó muy temprano pues tenía que ir a su hotel y de allí al tren para llegar a Madrid y viajar de vuelta a Canadá. Le insistí en que  se quedara a desayunar, pero era tarde para ella. Salió disparada de casa sin decirme más nada dejando en un papel su correo electrónico, teléfono y dirección postal en Alberta, Canadá.
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La había pasado bien con Madeleine, a ver tenido un encuentro sexual con una tía desconocida me había devuelto el autoestima. Pero comencé a sentir algo dentro de mí. Mi culo pedía a gritos que lo reventaran.
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Decidí desayunar ligero, con un buen café negro y buscar en Internet el horario de las Saunas de Barcelona. Había satisfecho mi polla. Pero ahora mi culo quería ser saciado también. Dedicaría la tarde del sábado a sumergirme en las brumas de alguna sauna y a comerme algunas cuantas pollas.
XX
(Fin de esta crónica)

lunes, 2 de octubre de 2017

Madeleine (5 de 6)




Después de cenar y de unas cuantas copas de vino, Madeleine estaba más desinhibida. Me pidió permiso para fumar un pitillo de marihuana. Le dije que adelante, es más, recuerdo que le di tres caladas. Era realmente una buena marihuana. La había conseguido en el Barrio Gótico a buen precio.
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Estuvimos conversando por casi cuatro horas hasta que le pregunté si quería que le llamara un taxi para que la llevara a su hotel. En ese momento, drogada y con el vino subido hasta la cabeza, Madeleine se acercó a mí, extendiendo sus largos brazos sobre mi delgado cuerpecillo, cogiendo con una de sus manos mi cabeza y estampando en mi boca un beso lleno de vino, olor a marihuana y dientes perfectos.
XX
No sé cuanto tiempo estuvimos allí. Rápidamente Madeleine dijo en perfecto castellano que hasta el propio Nebrija estaría orgulloso: “¡Fóllame!” La arrastré a la habitación y allí nos quitamos la ropa y comenzamos lo que parecía ser una intensa faena sexual. Yo me entregué a cuerpo y alma a lamer y besar el cuerpo de Madeleine. Era más delgada sin ropas y tenía algo de barriguilla. Tenía una buena figura pero no era exactamente lo que podríamos calificar como una modelo. Si no fuera por sus casi dos metros de estatura, Madeleine pasaría desapercibida porque además, sus gafas le daban un aspecto desastroso.
XX
Nos tumbamos en la cama y comenzamos un 69. Comencé a lamer su coño. Tenía el olor de un coño sano pero que no se ha lavado lo suficiente. Supuse que sería el clásico olor de coño de turista que no tiene tiempo para asearse. Sin embargo, respiré profundo y comencé a hurgar su vagina. Entró un dedo. Tenía una vagina algo estrecha y no sé por qué, pero justo allí me dio por pensar en la relación vagina-cuerpo como en el caso del pene-cuerpo. Es decir, a veces te encuentras con tíos fornidos, de casi tres metros de altura con un pene pequeño, como también, te dejas follar por un tío de cincuenta centímetros de estatura con una polla de casi dos metros. ¿Era así en el caso de las mujeres?¿Pueden existir tías como Madeleine de casi dos metros con una vagina pequeña y estrecha?
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Continué comiéndole el coño a Madeleine y aproveché de abrir sus nalgas y hurgar en su ojete. Comencé a masajearlo suavemente y de pronto pensé que sería algún vejete porque mi dedo buscó entrar en su culo, pero la tía no se dejó. ¡Vaya! ¡No cuesta nada un poco de diversión tía! Madeleine, por su parte se afanaba en su mamada, pero una vez más, a lo largo de mi vida, solo una o dos tías han sabido como darme una buena mamada, y Madeleine no entraba en esa lista.
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Madeleine abría la boca y hacía su mejor esfuerzo, pero no me daba placer. De vez en cuando usaba los dientes y me incomodaba. A veces se entretenía pasando mucho la lengua sin pajearme, en otras ocasiones, me pajeaba con mucha fuerza y me daba algo de dolor. Por lo cual en varias ocasiones tuve que agarrar mi pene y pajearlo con mas suavidad mientras ella me lamía las bolas.
XX
Pensé en pedirle que me metiera el dedo en el culo, pero al ver que rechazaba mi dedo de hurgar en su inocente ojete temí que se enfadara y que después se fueran a tierra todas mis ilusiones.
 (Continuará)