lunes, 21 de mayo de 2018

Tarde de otoño en la sauna Octupus (2 de 6)







El primer macho que entró era jovencito. Calculo que tendría unos veintidós o veintitrés años. En la penumbra se veía atractivo y su polla, considerablemente redonda, destacaba debajo del paño. El macho se dirigía hacia mí, supuse que no me habría visto en medio de la oscuridad y el vapor así que le dije ¡cuidado te tropiezas conmigo, macho! A lo cual reaccionó con sorpresa, no había duda de que no me había visto. Escuche en medio de la oscuridad un tímido gracias y vi que se sentó a mi lado izquierdo lo suficientemente cerca para comenzar el clásico contacto manual para saber si tenía disposición para iniciar el magreo.
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Sin embargo, el chico se alejó mucho más, por un momento pensé que no quería nada, así que estaba a punto de resignarme hasta que veo que se quita por completo la toalla, buena señal de que por lo menos está dispuesto a dejarse ver. El chico extendió la toalla a lo largo del asiento, señal inconfundible de que iba a pasar un buen rato y se acostó boca arriba, dejando sus piernas abiertas en dirección a mí. No había duda, el tío quería algo, pero no sabía cómo interpretarlo, así que comencé con las clásicas caricias circulares en su pantorrilla.
El chico abrió por completo las piernas, lo interpreté como señal inequívoca para comenzar a hurgar en sus partes más nobles. Así que me acerqué un poco más para tener alcance y cuando mi mano, en medio de una gran inocencia se dirige hacia su entrepierna, me topé con un objeto duro. No era la clásica polla dura lista para dejarse mamar, era literalmente un objeto duro, como un protector genital que le cubría la polla y los huevos al chico. Pero, ¡qué es esto! Le increpé. Es un cinturón de castidad, es que soy pasivo macho. ¡Vaya!, pensé, ¡es mi día de suerte! Justo salgo a la caza de algún pasivo y resulta que el primero que me topo es toda una hembra llena de ganas y sadismo. El chico cogió mi mano y la dirigió directamente hacia su ano. Este chico no le gusta perder tiempo, pensé, así que me puse lubricante en el dedo medio y comencé a hurgar en su ojete mientras me pajeaba con la otra mano. 
El tío comenzó a gemir de placer. Era paradójico que no había introducido la primera falange del dedo cuando el chico se había convertido en toda una hembra, gimiendo de placer. Este agujerito tardará en abrirse, así que mejor me hecho más lubricante. Retiré la mano un momentito para lubricar más, pero el tío me la agarró, no quería que la soltara. A ver macho, le dije, si quieres que te trabaje el ojete deja que use más lubricante, mira que tengo ganas de follarte y estoy muy cachondo. El chico dejó que retirara la mano. Después de lubricarla volví a tratar de hurgar ese hoyuelo que quería que lo follara pero, paradójicamente, no se dejaba hacer. El tío estaba disfrutando de lo lindo, pero se me acababa la paciencia y estaba comenzando a perder la concentración y por ende la erección. Necesitaba un estímulo extra, ya que el culo de este chico estaba cerradísimo. Más cerrado que un restaurante de las afueras de Madrid en verano.
Le pedí que se quitara el cinturón y le dije que quería chuparle la polla mientras le penetraba con el dedo, quizás de esta forma lograba estimular el esfínter para que se aflojara. En verdad tenía ganas de follarme a este chico. Él accedió. Se quitó el cinturón y me dejo apreciar una polla de dimensiones medianas, estaba en estado morcillón, tenía buen aspecto y estaba limpia, sana y depilada. Me la llevé con gran timidez y vergüenza a mi boca. Pude apreciar que estaba llena de líquido de presemen, el chico la estaba pasando bien. Entre más mamaba la polla se le ponía más dura hasta alcanzar, lo que consideré, su punto máximo de erección. Tenía, como dije, una polla mediana, era perfecta para que me follara y para mamar me cabía sin esfuerzo completita en la boca. Era lo que denominaría una polla noble.
En cuanto al ano, el ojete permanecía cerrado. Seguía tratando de adentrar el dedo pero no terminaba de entrar la primera falange del dedo medio. Entre hurgar en el ano y comerle la polla, el chico estaba extasiadísimo. Fue entonces cuando gritó que se iba a correr. Así que sin quitarle el dedo del culo continué haciéndole una paja y se vino el chico en medio de una lefa abundante y espesa. Cerró las piernas apartando mi mano de su culete, no había pasado ni treinta segundos cuando el chico me dice que se iba a lavar y que regresaba en un momento.
Yo me quedé de nuevo solo en la penumbra, haciéndome una paja suave y aburrida para mantener la erección. Pero al cabo de un rato preferí no seguir y esperar que el chico regresase. Lo cierto es que nunca regresó. Es más, ese día hice mis cuatro horas de sauna y no lo volví a ver por ninguna parte.
Ya me ha pasado en otras ocasiones en que me lío con un tío, le hago correrse bien sea a través de una mamada, follada o paja, el tío se va dejándome todavía cachondo y al cabo de un rato vuelve para ofrecerme su culo, su boca o sus manos para que me corra. Recuerdo estos casos en especial en el cine Duque de Alba, en donde los vejetes jamás me dejaban irme sin haberme corrido.
Lo cierto es que el chico no volvió aparecer, por lo cual decidí salir un rato, ducharme y tomar una cerveza en el bar.
Habían pasado cuarenta y seis minutos. No me había corrido todavía.

lunes, 7 de mayo de 2018

Tarde de otoño en la sauna Octupus (1 de 6)







Hay días en que a uno le toca hacer de activo. Cuando me voy de sauna son muy pocas las veces que me voy en una actitud de 100% Activo o de 100% Pasivo. Por lo general,  me gusta ir en plan de 50/50 o preparado psicológicamente para lo que tenga que pasar, aunque en muchas ocasiones el rumbo de los acontecimientos no es el más esperado y querido. Por eso suelo recomendar que si vais a la sauna, vayáis dispuestos a pasar un largo rato y dejaros hacer o haced de acuerdo al rumbo insoslayable de las circunstancias. Yo he aprendido a aceptar los rigores y designios de la Providencia: a veces me follan, otras yo follo. A veces me toca de mamón y otras es mi deber y sacrosanta obligación dar de mamar.
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En ocasiones he ido en plan 100% Activo y acabo siendo follado hasta por los oídos, sin que ninguna alma bondadosa se apiade de mi polla y mis huevos que buscan alivio sacando los jugos vitales. En otras ocasiones, voy en plan pasivo: voy a mamar, a pajear y a ofrecer el ojete y resulta que me toca poner a trabajar mi cipote. En otros momentos, he estado cuatro horas seguidas en la sauna y no pasa nada de nada, son momentos de meditación, reflexión o tristeza anal, según cómo lo veáis. Ni siquiera un gentil magreo de pollas o un pezoneo de intercambio. Me ha pasado también todo lo contrario: no llevo ni diez minutos de haber entrado cuando me encuentro liado en una enorme orgía que me deja tan exhausto que tomo una ducha y me voy a comer algo por la calle de Hortaleza o al restaurante griego que está por Chueca. Cuando miro el reloj fuera de la sauna ¡vaya! ¡No duré ni media hora y me la pasé de maravilla!
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En esos días había comenzado el otoño en Madrid y el clima se antojaba mucho más favorable para salir a disfrutar de las saunas de la ciudad. Me dieron ganas de liarme con un oso, así que esta vez mi elección fue la Sauna Octupús en calle Churruca 10. Era sábado por la tarde y la sauna tiene buena fama de movida precisamente los fines de semana. A veces se forman unos grupos en los cuales termino folla-que-folla y parece de nunca acabar. Asimismo, uno se encuentra unos tíos majetes que después de una buena mamada uno puede conversar de todo un poco. Incluso recuerdo que hubo una ocasión en que me lie con un oso mayorcete. Le calculo entre los 55 y 60 años, todo peludo, barba larga y espesa y un poquitín calvo.  Recuerdo que fue precisamente en la Octupus un sábado por la tarde en que me lo topé en la sauna de vapor. Nos magreamos un poco, me pidió que nos fuéramos a uno de los cuartos en donde, tirados en la colchoneta, nos hicimos un sesenta y nueve que nos había relajado a los dos. Al tío le gustaba jugar con mi ojete mientras mi polla entraba y salía de su boca. A mí me gustaba acariciarle los huevos que para la edad que aparentaba, los tenía duros y firmes. Después de las mamadas y las eyaculaciones respectivas, nos tomamos unas cervezas en el bar y lo único de lo que me habló fue de sus hijos, su nieto y de lo que amaba a su esposa. Sin embargo, le gustaba este ambiente prohibido de machos peludos y caricias. Todo lo que fuese prohibido y placentero lo incentivaba a follar. Me contó que nunca había engañado a su mujer con otra mujer, pero este ambiente de machos era su debilidad. Esa tarde fungí como de psicólogo, pero no me quejo, la mamada con el tío fue buena.
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Como os venía contando, esa tarde fui a la sauna Octupus, como es mi costumbre llegué temprano, era el número 1. Me gusta llegar temprano a las saunas con la intensión de aprovechar la mayor cantidad de tiempo; además, soy un hombre de costumbres diurnas y desde hace muchos años me trasnocho poco, aunque no voy a negar que especialmente en verano procuro aprovechar las noches de Madrid en sus distintos bares, en los cuales me he topado con unas pollas milagrosas y enormes que deberían ser parte de una antología homoerótica, y no solo una antología de relatos sino también de registro fotográfico. 
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Una vez leía que cada polla era como las huellas digitales: no habían dos iguales. Eso me hizo agua la boca –y flojo el culo- al saber que nunca tendría entre mis manos todas las pollas del mundo. Cada polla era distinta en tamaño, grosor, olor, peso, consistencia, forma, sistema circulatorio y reproductor, ninguna era igual a otra, eso abría la posibilidad de que las pollas fueran casi infinitas y por lo tanto, el placer de catar y sentir distintos cipotes era del número de estrellas que habían en el universo.
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Estaba en medio de estas cavilaciones cuando llegué a la Octupus, pagué la entrada y me dirigí al vestuario. Me di mi ritual de ducha calientita. Me gusta estar limpio de cuerpo entero para así ofrecer un cuerpo sano y lozano para placer y gusto de los colegas. Después, contrario a mi costumbre cuando visito la Octupús, me dirigí a la sauna de vapor en la cual me encerré a disfrutar del calor y sobre todo, esperar la llegada de los otros machos. Cuando me refiero a que fue contrario a mi costumbre, hago referencia a que me gusta recorrer el local. A veces uno encuentra un trío armado en alguna cabina con la puerta abierta ofreciendo un espectáculo y a veces permiten la participación voluntaria de los espectadores, lo que brinda la oportunidad concretar alguna orgía. La sauna lucía inhóspita, era yo el primero.
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No sé cuánto tiempo estuve sentado. Al rato entró el primer macho que había visto en la sauna desde mi indagación en medio de las instalaciones. Yo estaba sentado al fondo de la sauna de vapor, justo en la parte más oscura, desnudo, eso sí, estaba bien empalmado y había tomado la precaución de hacerme con tres condones y tres sobres con lubricante. ¡Y tenía ganas de usarlos! Esa tarde iba en plan de activo, si me tocaba sacrificar el ojete y la dignidad pues tendría que afrontarlo y más si era una buena polla lo que se me ofrecía.

(Continuará)